viernes, 27 de mayo de 2016

Precioso el cabro: La frase rompe heterosexuales.

Debo reconocer que en este momento de mi vida, estoy medio picado (enojado, molesto) con los heterosexuales. No con las mujeres heterosexuales, ellas son nobles y talentosas (como Michael Jackson) mi pica es con el hombre heterosexual (o que se cree heterosexual... que se shó).

Hoy fui a un bar que era maravilloso; buena música, buen ambiente, mesas de pool y mesas de ping - pong. El paraíso en pleno Buenos Aires. Luego de jugar ping - pong por un momento, me dediqué a ver como jugaban otras personas y ahí justo frente a mi un hombre de unos veinte y tantos jugando con una muchacha que evidentemente no sabía jugar. Era gracioso ver la cara de paciencia monástica que tenía el pobre hombre y lo encantadora que podía llegar a ser esa pobre chica que, de verdad, no sabía jugar.
Pasados unos minutos, el tipo volteó a verme y su postura cambio; su cuello se tensó, se pasó la mano por el pelo (gesto que denota nerviosismo) y miró a su compañera con cara de "ayuda, un tipo me mira" siguió jugando y volteó a verme en repetidas ocasiones. Para ser sincero, el nivel de alcohol que tenía en la sangre hizo que demorara en darme cuenta que el tipo se sentía incómodo por mi mirada. Cuando sumé dos más dos, disimuladamente (y como la mujer seria y recatada que soy) dirigí mi mirada a otra mesa donde jugaba gente menos pasada de rollo.

Heterosexuales culiaos. ¿Quién les dijo que son los reyes de la fiesta?

Me impresiona lo egocéntrico que pueden llegar a ser algunos hombres heterosexuales; reconozco que continuamente, nosotros los homosensuales, cometemos el error de fijarnos en ellos, pero creo que se debe a que nos gusta aquello que no podemos alcanzar. Parece ser que con el paso de los años, esto ha hecho que ellos construyan una imagen distorcionada de si mismos y han llegado a creerse el hoyo del queque. Si señores, el hoyo del queque.

Porque yo, que llevo dentro de mi cuerpo caribeño una mujer católica, rubia, heterosexual y de derecha, digo continuamente una frase que, creo, hace entrar en conflicto a varios hombres y que es una burla a mi mujer interna, que en realidad, no es tan interna porque en Chile está plagado de estás viejas conchas de su madre. La frase en cuestión es "Precioso el cabro!": frase aplicable a cualquier cosa/persona/momento/dinosaurio que nos parezca digno de reconocimiento. Repetir esta frase unas cien veces al día, me ha mostrado los confundibles y susceptibles que son estos... huevones.




Amigo heterosexual: No es que usté (si usté, sin D y con tilde en la E) sea un cabro, mucho menos es que usté sea precioso, es simplemente que lo que usté hace y/o dice, merece reconocimiento. Deje de pasarse rollos! usté no es tan lindo como cree... probablemente el único ser que lo encuentra lindo a usté, en este mundo quiltro y mala onda, es su mamá! así que si usté me oye (o lee) decir esa frase, no ose subirse a la nube del ego, tampoco crea que me gusta y tampoco crea que tengo otras intenciones con usté. No por ser gay voy a estar automáticamente enamorado de usté. Tengo mejores cosas en que perder el tiempo ¿sabe?

(Al terminar esta columna, sigo medio ebrio, sigo picao y sigo con ganas de golpear heterosexuales. Además, siento que soy la hija perdida de la Botota y pienso también, que debo dejar de imitarla por muy graciosa que sea la hueona. He dicho) 

jueves, 19 de mayo de 2016

Mi vida en Argentina: Introducción.

Me vine a vivir a Buenos Aires. No porque tenga mucha plata o porque quiera conocer el mundo antes de casarme. Vine a estudiar teatro y todo este tiempo ha sido bastante extraño, más allá de que estudiar teatro sea bastante extraño en si (he pasado los últimos dos meses de mi vida siendo colores/pinturas/música/etc.) sino porque he visto cosas de mi que no conocía y me he desecho de un par de cosas que no me gustaban.

Así de simple, así de rápido.

Es que estar lejos de mi hogar (geográficamente hablando) de mi tierra, de mi gente, de todo, ha hecho que también tome distancia emocional de un montón de cosas que me parecían atroces, gigantes, interminables y abominables. Pude cortar con relaciones tóxicas, la distancia ha sido un bello colador por el que he visto pasar todas las personas que no aportan; solo quedan los que aman, los que extrañan, los que bancan (como decimos acá en la Argentina ¿viste?) y que periódicamente se dedican a escribir por lo menos un saludo (un mínimo "hola, espero que estés bien" que automáticamente me hace sonreír).

Estar lejos me ha hecho apreciar a mis padres, perdonarlos, pedirles perdón y darles las gracias por todo lo que me han dado, desde las cosas materiales hasta el carácter que me hicieron formar.

Todos deberían salir de su tierra. Si, dije "todos deberían" como una gran obligación que los llevará a encontrarse con una libertad maravillosa señores.

Vivir en Argentina es un arte; los primeros días acá me parecieron atroces. La gente hablaba fuerte, la ciudad corría, los días pasaban y yo me sentía arrastrado por todo. Tenía muchos prejuicios (positivos y negativos) con la gente de este país y poco a poco he ido confirmando unos y desechando otros, pero la ciudad de la furia ha comprobado que soy uno de sus hijos y ya me está mostrando su linda y amplia sonrisa. La gente ya no me parece tan salvaje y la ciudad ya no corre, ahora camina a mi lado enseñándome algunos de sus secretos y guiñándome un ojo en medio del otoño porteño.

Me he enamorado 24.500-03 veces caminando por las calles de Buenos Aires y así mismo me he desengañado. He aprendido que mejor que ser regio estupendo, es tener una sonrisa sincera e ideas en la cabeza para compartir y que así, poquito a poco los argentinos te abren el corazón. He confirmado que los chilenos hablamos un idioma distinto al resto de latinoamérica, porque puedo ir echando chuchás al aire en medio del subte y nadie se horroriza por lo soez de mi vocabulario (¿Cómo te quedó el ojo con esa última frase?)

Extraño mi ciudad y su simpleza, pero amo Buenos Aires y su locura. El tango parece saltar por las calles, el teatro y el circo se mezclan y te elevan, tu espíritu crece y se alimenta y el corazón late más rápido cada vez que recuerdas que estás aquí. Siempre hay algo nuevo para ver, siempre hay un dato histórico que aprender, siempre hay un chamullero que despachar y siempre hay una sonrisa para regalar, provocando sorpresa y admiración.

Creo que poco a poco iré escribiendo de las cosas que he descubierto por acá. Cambio y fuera ;)