lunes, 18 de marzo de 2019

Sexual burocracia.

Creo que mi vida sexual pasa por momentos y momentos. Justo ahora, estoy transitando uno de esos momentos en los que, básicamente, no hay momentos. No he tirado como hace un mes y hueona, como te explico la falta de pico las ganas de tener sexualidá.

Tan entusiasta he estado con la idea esta de sacarme las ganas, que he echado mano a todos los recursos que a lo largo de los años he desarrollado como parte de mi atrayente personalidad. Mentira. Me metí a Tinder y empecé a darle Like a todos los hueones. Después me metí a Grindr y cambié mi foto de perfil por una más sugerente (Ver figura 1)


(fig. 1 "Passivus Agressivus")

Y pacientemente, esperé, esperé y esperé. Nadie hablaba. Literal, nadie me daba pelota y aún incrédula con esta situación, dije "ok, relájate, prende un incienso, sácate la mala onda, ya llegará una cachita". Con este nuevo mantra en mente, me fumé un pipazo y me metí a Instagram cuando, sin buscarlo, sin pensarlo, me habló una bala pasá; esas personas con las que una se tiene ganas pero que por una u otra situación, ¡no concretan jamás! el tiempo pasa, las ganas crecen y recordar todas conversaciones cachondas con el sujeto en cuestión, avivaron las llamas de mi incontrolable pasión. O sea, me calenté más.

Hablamos, todo muy normal, hasta que empezamos con las insinuaciones.

- Tengo frío :c
- Te caliento 1313

(Ya sé que el 1313 es super antiguo, pero filo #señora.) Del frío pasamos al te caliento y del te caliento pasamos a calentarnos la sopa hasta enviarnos nudes. Al final (después de lo que ustedes ya saben que pasó) nos damos las buenas noches y acordamos vernos durante la semana para darnos duro #LasCosasComoSon.

Los días pasan, la tensión crece, hasta que llega el día del encuentro y él no habla y yo no insisto. Me quedo hundida en el silencio, esperando que el hombre en cuestión de el primer paso y ahí me quedo, esperando. Pasan unos días y recién ahí me da por insistir, por preguntar, por dar fechas y horas para encontrarnos, desnudarnos y tirar. Cumplir con el rito que el cuerpo insiste en repasar. 

Un día de estos, en que estaba en labor persecutoria de cacha, caché que no po hueona ¿Desde cuándo que yo soy la que persigue a estos hueones? Como si yo no tirara como hereje, como si no supiera moverme, ni gemir, ni pedir más. Como si yo no supiera rodar mi lengua por rincones inconfesables y hacerles temblar la hombría a ellos, los machitos, los activos, los masculinos. 

Y con este pensamiento me paré el carro y dejé de huevear. Me aburrí de este formato. Me aburrí de que el sexo se haya vuelto algo tan burocrático hueona que paja. Literal. Si ya está más que comprobado que nos tenemos las tontas ganas ¿Por qué nos tramitamos tanto? ¿Nos ponemos a prueba? ¿Nos calentamos más? ¿Tendremos sexo imaginario para siempre? En este punto mi calentura se vuelve pura lógica y despliego mil tácticas para concretar sobre nuestros cuerpos y desde un rincón, el duende de la burocracia se ríe de mi.

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